La cultura de las dietas y el falso estereotipo de la salud

La cultura de las dietas y el falso estereotipo de la salud

La importancia de cuestionarnos cómo se representa la salud en los medios de comunicación

Desde que se pusieron de moda los cuerpos delgados y el estándar de belleza (especialmente femenino) tuvo que pesar menos de 45 kilos y caber en unos pantalones talla 0, la economía de las dietas ha crecido en proporciones inimaginables vendiendo una fantasía de falsa salud y felicidad.   

La cultura de las dietas, bien definida por Christy Harrison como “un sistema de creencias que adora la delgadez y la equipara con la salud y la virtud moral, lo que significa que puedes pasar toda tu vida pensando que estás irreparablemente rota/roto solo porque no te ves como el “ideal” imposiblemente delgado y que promueve la pérdida de peso como un medio para alcanzar un estado superior…”  deja muy clara su toxicidad y la necesidad de reorientar sus principios hacia la búsqueda de un verdadero bienestar físico y mental.  

¿Por qué la delgadez es algo tan aspiracional? ¿Por qué caemos en las trampas de las dietas? Como lo ha dicho Raquel Lobaton, la obsesión por la delgadez va mas allá de un deseo estético personal, es en realidad, una demanda estética social.  

Privilegios de la delgadez

Las narrativas tradicionales de la belleza y la salud han caminado el mismo sendero, haciendo casi imperceptibles las diferencias que separan ambos conceptos. Hemos introyectado la idea de que la persona saludable es bella y lo bello es joven, delgado, blanco, heteronormado y colmado de una larga lista de privilegios.  

Y es ahí, en los privilegios, en donde esto se pone interesante. Si cambiamos la pregunta «¿Por qué a las personas les da tanto miedo engordar?» claramente no es por salud o por la supuesta incidencia de muerte por Covid-19 en personas obesas, la realidad es que bajo los parámetros de la cultura dominante, engordar significa: perder privilegios.  

Mientras en culturas como la hindú, un cuerpo grande y una panza prominente representan la bonanza económica de quien la porta o para los esquimales representa resistencia, en la cultura occidental los cuerpos grandes se asocian a personas que no se cuidan o que son de bajos recursos. Para quienes aspiran a sentirse personas bien cuidadas y adineradas la gordura les representa escasez en muchos sentidos.  

¿Escasez? Sí, escasez de recursos económicos, pero también de cultura, de buenos hábitos, de energía, de salud, de voluntad y hasta de amor propio. 

El estereotipo que “define” a una persona de cuerpo grande es:  que es gorda porque quiere (no porque esa sea su anatomía natural), es floja porque no le gusta hacer ejercicio, le falta voluntad para comer mejor, no es saludable y hasta hemos escuchado decir que no baja de peso porque no se quiere a sí misma.

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Falsas representaciones de la salud

La representación de las personas gordas y de las personas saludables en los medios tradicionales y las marcas han articulado mensajes sumamente confusos y erróneos.

En los comerciales, las marcas de alimentos y bebidas se han apalancado por años de las personas delgadas para vender sus productos “saludables” bajo la promesa de belleza, felicidad y delgadez.  El mensaje siempre ha sido: ser una persona delgada es ser una persona saludable.

Mientras que las personas de cuerpo grande son utilizadas en series, películas y novelas en papeles secundarios, «chistosos» o que viven constantemente frustrados, tristes y enojados por su peso. Jamás las hemos visto en algún comercial consumiendo algún producto.

En las tiendas de ropa, las tallas “grandes” y “extra grandes” tienden a estar escondidas o hasta el final de los pasillos como una suerte de oferta de discreción para quienes las necesiten, y hasta hace muy poco tiempo no habíamos visto colecciones de ropa deportiva anunciadas por personas de tallas grandes, porque claro, se asume que como no se quieren, no se cuidan, no hacen ejercicio.  

Las representaciones de la salud en los medios de comunicación han transmitido un mensaje gordofóbico, y para resumirlo en pocas palabras (porque es un tema mucho más extenso), la gordofobia no es únicamente el rechazo y la discriminación a las personas gordas, es también el miedo a engordar. Nos han hecho creer que un cuerpo gordo es un cuerpo fallido imponiendo además estándares de salud-belleza difíciles de alcanzar para el humano promedio.  

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Además, esta problemática, ha sido avalada y reforzada por la medicina tradicional, como bien nos dice Bastián Olea Herrera, sociólogo dedicado a estudios de gordura (Fat Studies) 

“La relación entre salud y gordura es delicada. Las complicaciones producidas por la obesidad son innegables, y constituyen un problema de salud pública. Pero el discurso médico sobre la obesidad a menudo es apropiado por los sujetos gordofóbicos como un recurso para fundamentar su rechazo a la gordura. Lo médico, por muy científico que parezca, no debería poder volverse una justificación para la discriminación social. La recurrente referencia al discurso médico por parte de los sujetos que rechazan a la gordura vuelve necesario el poner bajo mirada crítica a la patologización médica de la gordura, pues no es casual que exista tanta complicidad entre la dimensión de la salud y otras dimensiones desde las que se ejerce gordofobia.” 

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¿Hacía dónde podemos mover la brújula para cambiar de dirección?

  • A entender que la salud y la belleza no se determinan obligatoriamente por el peso de una persona.  
  • A considerar que los rituales y productos que en el imaginario definen a una persona delgada pueden llegar a ser un privilegio de clase, no todas las personas tienen acceso a los mismos recursos y oportunidades de productos y servicios. 
  • A regresarle confianza al cuerpo a través de la alimentación intuitiva como una mejor opción a las dietas restrictivas.
  • Ampliar el concepto de salud=delgadez hacia la salud incluyente  
  • Conocer otras alternativas, como HAES (Health at Every Size) un modelo de salud que respeta todas las tallas.

Cuestionar lo que se nos ha presentado como “la norma” es el primer paso hacia una nueva visión de la salud que no sea pesocentrista. Reflexionar sobre la validez e incluso la ética de esos estereotipos «saludables» nos permite entender que hay mucho más en la salud que la delgadez y la belleza. 

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